Desafiando al aire

El viejo coliseo, levantado por los enanos, era un monumento a la grandeza de sus trabajos con la piedra. Tallado en la más pura piedra blanca, parecía más un museo que un lugar de encuentro. Estaba vacío. Atravesé los pasillos con paso ligero, casi sin tocar el suelo con mis botas de viaje. Cuando llegué a la arena, el descontento cruzó mi cara. Quería enfrentarme a alguien. Me había ataviado con ropas adecuadas, mi camisa blanca de amplias mangas y mi pantalón marrón ajustado cuyo final estaba dentro de las botas oscuras. Mi cabello dorado estaba recogido en un coleta y sólo dos rizos cubrían mi frente, uno a cada lado. Mi arma colgaba, como de costumbre, de mi espalda. Giré sobre mis talones y chasqueé sonoramente la lengua.

Llegué al coliseo por mera casualidad,había una persona así que acerqué mi mano a mi arma por si la necesitaba y me acerqué.
-Hola¿Qué haces aquí?

Retrocedí un paso al ver que aquel chico se acercaba a mí. Cuando vi que su mano estaba apoyada en la empuñadura de su arma, desenvainé con rapidez y apunté a su cuello.

-Es un coliseo, ¿tú qué crees que he venido a hacer?

-Podría ser una simple visita.-Dije.-Por favor aparta tu arma de mi.

-Aquí no se suele venir a sólo mirar. No en la arena-dije, con tono cortante-Si me quieres desarmada, arroja tu espada al suelo.

-NO.-dije.-Sueltalá tú.
La miré sin piedad.

-¿Tienes miedo de una señorita con una espada?-me burlé-He aprendido lo suficiente como para no fiarme de nadie en un estadio como este.

-No pero no deberías ser tan desconfiada.-Dije.-No tienes nada contra mí.